Tal parece que, conforme se despliega, la modernidad se manifiesta como la reducción al absurdo del proyecto humano. Las nuevas formas que adopta deberían inspirar al observador atento una de dos emociones: el aburrimiento o la risa. Tal vez una combinación de ambos. La rabia y la indignación es para quienes, en su fuero interno, aún tienen fe en el miserable programa del progresismo: o bien confían en que la continua metamorfosis de las formas sociales no sea tan vertiginosa y que un buen capitán ponga orden la noble idea que los pasados líderes desvirtuaron en el camino, o es que no están conformes con lo tímido de la revolución y piensan que siempre hay algo más por trastocar.
El discurso ridículo de la modernidad
El discurso ridículo de la modernidad
El discurso ridículo de la modernidad
Tal parece que, conforme se despliega, la modernidad se manifiesta como la reducción al absurdo del proyecto humano. Las nuevas formas que adopta deberían inspirar al observador atento una de dos emociones: el aburrimiento o la risa. Tal vez una combinación de ambos. La rabia y la indignación es para quienes, en su fuero interno, aún tienen fe en el miserable programa del progresismo: o bien confían en que la continua metamorfosis de las formas sociales no sea tan vertiginosa y que un buen capitán ponga orden la noble idea que los pasados líderes desvirtuaron en el camino, o es que no están conformes con lo tímido de la revolución y piensan que siempre hay algo más por trastocar.